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jueves, 13 de mayo de 2010

El gran retortijón - Parte II

'¿Tú qué miras?' Es en realidad una guía para aprender a jugar al Chinchón, un juego que estuvo prohibido por la Federación Intergaláctica durante más de un milenio a raíz la ola de suicidios que provocó en el planeta 'Canciones XVII'. Esta ola de suicidios prácticamente devastó a toda una raza de seres superinteligentes conocidos como los frustrables; por lo visto, la razón principal de los suicidios era que se quedaban a bastos y casi siempre les salían cartas altas de oros, copas u otro palo que no fuera bastos.

La civilización frustrable pereció y el juego fue prohibido, pero algunos individuos sobrevivieron merced a que habían sufrido un aislamiento prolongado en una de las lunas de su sistema solar llamada 'Torrebruno VI', debido a las cenizas vertidas a su atmósfera por el volcán: 'Eyjafjalla' desde el planeta tierra. Según parece, a estos no les había dado la fiebre del Chinchón, sino la del Cinquillo Cabrón y el Impávido, mucho menos dañinos para sus frágiles morales.

Los frustrables supervivientes se exiliaron al plantea tierra donde se les ofreció todo tipo de comodidades; casas de lujo en Islandia y un trabajo estable en France Telecom. Lamentablemente, por causas desconocidas, hoy no queda ningún frustrable.

El último pereció durante un periodo de vacaciones que pasó en España a causa de la picadura de una funcionaria de las que dan citas en el ambulatorio de Azuqueca de Henares, para la que no se conoce antídoto. Su nombre era Ujfalusi Rodríguez, pero le llamaban 'El Cagapiscinas'.

-Ya, me parece muy bien, pero yo sólo te he preguntado si podías dejarme ese libro para calzar el acelerador de neutrones, que está cojo- dijo el científico de la expedición.
-Esto, sí, cógelo y luego te lo lees y comentamos...

Regreso taciturno a mi cápsula de hibernación intentando ordenar en mi cabeza los últimos acontecimientos. Al momento, decido que es mejor echarme otra siesta para que el espectro borrachuzo se me pueda aparecer en un sueño y aclararme un poco todo.

- ¡Levitación! ¡Inducción al sueño REM!

Roncando.

Ya he empezado a soñar:

-José Luis- ¡Hombre! Si es el amigo espectro.
-¿Qué, se te ha pasado ya un poquito?
-Sí... Pero no grites- se lleva las manos a sus inexistetes sienes.
-Ya... Bueno, creo que me tienes que aclarar...
-Oye, no grites, en serio.
-¡Grito si me da la gana! ¡No te jode!
-¿Quieres que te desvele los misterios de este planeta o no? Vamos a llevarnos bien...
-Bueno, venga, al grano pues... Si no sabes beber no bebas- digo entre dientes.
-Lo primero es que te deshagas de la cabra.
-¿Cómo?
-La cabra en la que me transmuté, que la tenéis ahí en la despensa y ahora no me puedo aparecer en esa realidad; vamos, que soy una cabra. Y dile al médico que cuando me ordeñe no apriete tanto, coño, que me deja los pezones hechos polvo.
-Pero ¿Cómo me deshago del bicho?
-Tú sabrás... Si no muere, yo no me puedo aparecer, y en sueños es muy complicado desvelar, que luego empiezan a aparecer compañeras de trabajo en pelotas, y así no se puede. Por cierto, que aunque me cambiéis el agua alguna vez no os pasa nada, en serio.  Por no hablar de la calidad del forraje, que vamos, he visto rellenos de sofá más...

Me despierto sobresaltado; está sonando la alarma a lo bestia; al parecer la nave que tenemos orbitando Planeta ha entrado en contacto con otra nave cuyas intenciones no están claras, pero que nos está apuntando con toda su potencia de fuego. Me teletransporto inmediatamente al puente de mando de la nave sin darme cuenta de que llevo el pijama de Bob esponja.

El encargado de comunicaciones (y cocinero) me indica entre risitas cómo está la situación. Un resumen muy rápido podría ser este: Mal.

-Póngame en contacto con el capitán de la otra nave.
-Contacto vía holograma en tres, dos , uno... Dentro.
-Hola amigo, mi nombre es José Luis Rodríguez...- Ante mí aparece el holograma más horroroso que he visto en mi vida; una... cosa con muchos brazos y cara de mico hace unos aspavientos ridículos y amenazantes, mientras profiere a voz en grito... Bueno, sílabas.
-¡Laaaaaaughaghughaaaalaalalaa!
-¿En qué idioma habla este?- Le digo en voz baja al cocinero (y encargado de las comunicaciones)
-No sé, podría estar intentando cantar algo de Massiel...- Le miro con la misma reprobación que cuando me sirve la vichisuas.
-No le entiendo; Do you speak English?
-¡Laaaaaaughaghughaaaalaalalaa! ¡Ughlali! ¡Laghgajuuuuuuu!
-Esto, José Luis, que están cargando sus armas...
-¡Ughgajuhughaaaalaalalaa! ¡Ughlaliiiiiiiiiiii!

A ver, José Luis, piensa... sonrío al holograma mientras me dirijo por lo bajinis al encargado de Seguridad (y pinche de cocina)

-¿Podemos dispararles nosotros?
-¿Con esos escudos? ¿Estás de broma? No les hacemos ni cosquillas...
-¡Ughgajuhughaaaalaalalaa! ¡Ughlaliiiiiiiiiiii!
-¿Y nuestros escudos aguantarán su ataque?
-Ni de coña; estamos muertos.
-¡Laaaaaaughaghughaaaalaalalaa!
-Noventa por ciento de potencia de tiro disponible...

De repente, soy presa de una iluminación de esas que sólo tenemos los grandes genios:

-¿Podemos teletransportar algo a su cabina?- Le digo al cocinero.
-Eeeerr... no más de 70 kilos.
-¡Laaaaaaughaghughaaaalaalalaa!
-Noventaysiete...
-Mande a la cabra desde la despensa a su puente de mando ¡Ahora!- Mi heroica figura se yergue apolínea mientras doy gallardas instrucciones; si no tenemos en cuenta el pijama de Bob, la situación es épica.
-Cabra teletransportada- dice el cocinero con tono dubitativo.

De repente, la figura gritona y amenazante se queda parada y en silencio; no es fácil interpretar sus estados de ánimo, a pesar de tener más de veinte ojos visibles, pero desde luego, es patente que la aparición del ovino le ha pillado por sorpresa, confuso es poco.

Instantes después, decir que se ha desatado el infierno en su puente de mando es quedarse corto. La desconcertada cabra ha empezado a arremeter contra todo bicho viviente generando un pánico irrefrenable en los miembros de la tripulación. Normal, con semejante monstruo topando... Me pongo en su lugar y me río yo de Alien...

El caso es que, por lo que hemos podido ver después de que la cabra derribase al capitán, la tripulación ha intentado sin éxito interceptar al ovino con las pistolas láser, convirtiendo el puente en un maremagnum de chispas, fuego y explosiones varias sólo imaginable si se ha estado en las fallas. Resultado: Su nave ha acabado cayendo a Planeta sin ningún tipo de control.

Yo disfruto en silencio de mi dulce victoria, dos pájaros de un tiro,  hasta que escucho unas fatídicas palabras provenientes del cocinero:

-Teletransportando de vuelta a la cabra en tres, dos, uno...
-¿Qué? ¡Insensato! ¡Para eso!
-Pero... No podemos dejar a uno de nuestros hombres... cabras... a uno de los nuestros con el enemigo; el trabajo ya está hecho...

Todos en el puente me miran expectantes ¿Seré capaz de dejar al valiente ungulado a merced de una muerte segura? Si lo hago nadie volverá a confiar en mí, eso está claro.

-Traelo...

Dicho y hecho; otra vez en la despensa.

El segundo problema sólo está resuelto a medias; resulta que los bichos han conseguido aterrizar la nave en Planeta ¡Yupi! Y, para colmo, una de sus naves salvavidas se dirige hacia nosotros.

-Bueno, así tenemos un prisionero... - Dice el Pinche de Cocina (y Jefe de Seguridad)
-Mejor no hacer prisioneros ¡Dispárenle la cabra desde un cañón de fotones!- Intento dotar a mis palabras de seguridad, pero no me las creo ni yo.
-Atrayendo la cápsula con el rayo tractor.- El cocinero ni se inmuta.



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