Un mono, de alguna manera que todavía no alcanzo a entender, se ha hecho con una copia de las llaves de mi casa para entrar cuando estábamos ausentes y hacer sus necesidades debajo de la mesa de la cocina. Pese a que podría en primera instancia parecer ilógica, tengo que creerme la versión de Sara pues nunca me ha mentido hasta ahora; ni me ha contado nada tampoco. Ya sé que algunos pensarán que ha sido la propia Sara la que ha efectuado sus deposiciones en ese lugar y se ha inventado esa historia para desviar la atención de su persona. A esos malpensados les diría ¿Acaso la presunción de inocencia no rige cuando tienes trece meses? ¿Debemos despreciar cualquier argumento que nos parezca ilógico en primera instancia? De ser así, la teoría de la relatividad (versiones general y especial) ni se habría considerado y Ferrán Adriá sería mozo de almacén.
El resto de la historia resulta aun más confusa, pero sin duda debe ofrecer una explicación plausible para este incidente. Trataré de resumirla:
El suceso tiene que ver algo con un individuo (señor), el cual, al parecer, estuvo casado una temporada con una luz estroboscópica, que se encontraba persiguiendo a un pájaro cuando un gatito, que era malo, fue a los columpios imitando a un gallo.
Sin duda, desentrañar este misterio requiere de un nivel de abstracción y unas dotes deductivas al alcance de muy pocos.
Al interrogar a Sara acerca de las motivaciones del señor para perseguir al ave, ésta me ha mirado con cara de poker y se ha puesto a hacer una torre con cubos. Parece que le resulta pesado dar explicaciones acerca de cosas que para ella son obvias, y lo comprendo.
