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viernes, 23 de octubre de 2009

Menuda carrera (por Max Mordaz)

Una vida tan azarosa como la mía, normalmente se encuentra salpicada de hazañas y avatares que en muchas (la mayor parte) de las ocasiones es mejor no compartir con nadie, para salvaguardar la opinión que otros puedan formarse sobre ti, pero en otras resulta relajante compartir las experiencias vividas con nuestro prójimo, (algunos más prójimos que otros).
Me presentaré pero omitiré mi nombre porque en realidad no viene al caso, y aunque me llamo Raúl y desciendo de un apellido tan ilustre como Ballesteros, no considero necesario el formulismo de las presentaciones. Describirme física e intelectualmente sí lo considero imprescindible, si bien tampoco hay mucho que describir ya que por desgracia soy tan vulgar como cualquier hombre de más de ciento diez kilos, de cabeza no espectacular aunque sí algo desproporcionada ( no por pequeña precisamente) lo que nunca me resultó un problema, exceptuando la talla de los gorritos de ducha de los hoteles ( estoy acostumbrado a no utilizarlos). Mi prominente barriga tampoco fue una tara difícil de superar, solucioné el leve problema de los cordones utilizando zapatos mocasines, con lo que no tengo que recurrir a la ayuda de mi sufrida esposa prácticamente en todo el año, salvo en los meses de invierno, aunque estoy convencido que la culpa de tal situación no es mía si no de las grandes industrias que no se han decidido a fabricar los calcetines mocasines.
Como habréis deducido me encuentro felizmente casado, con la gran suerte que hace mucho tiempo que mi esposa dejó de fijarse en el físico (al menos en el mío) ( alguna mirada más que intencionada sí que me pareció notar cuando en las sobremesas de antena tres estamos viendo PASIÓN DE GAVILANES, aunque tanto la mirada como ese peculiar gesto de humedecerse los labios dejando entrever la lengua siempre lo he achacado a un pequeño defecto de sequedad en los mismos) para centrarse en lo más importante de las personas, en el fondo, y conste que no es la excusa del feo, ya que aunque reconozco mi obesidad (problema de grasa mal repartida), el pequeño defecto de mi enorme cabeza, algún ligero bizqueo, que se hace más evidente con la desproporcionada ingesta de alcohol que de vez en cuando realizo, un ligero problemilla en los pies que me hace cojear (no de forma continua, solamente cuando utilizo el pie izquierdo, aunque de vez en cuando se contagia el derecho y no hay forma de dar un paso), y por supuesto y aunque no tiene mayor importancia ya que las uñas (las mías) siempre me han resultado un manjar de Dioses, con el consiguiente resultado de tenerlas horribles, me considero un tipo atractivo.
Intelectualmente no me considero un lumbreras, pero me defiendo muy bien en la economía, sobre todo calculando los intereses de los innumerables créditos de los que dispongo ya que siempre me ha resultado imposible llegar a fin de mes. Si sois observadores reconoceréis que tanto mi gramática como mi limitada capacidad de expresión, no me situarán nunca en ningún puesto de honor de la literatura en español, y por ende de ningún otro idioma, ya que por mucho empeño que pusieron mis profesores de francés nunca aprendí a decir WI y de los ingleses sólo conozco GIBRALTAR. Eso sí, me considero una gran persona, ya que aunque carezco de amigos y la opinión generalizada de mis vecinos, es que soy un tipo huraño y desagradable, doy por seguro que es por la mala costumbre de no contestar a sus saludos, boicotear las reuniones de vecinos y no participar en ninguna actividad donde los componentes del grupo superen la unidad. Aún así, invadido por ese algo tan especial que en las fechas navideñas nos llena de buenas intenciones, el día 31 de Diciembre del año 2004, encontrándome disfrutando de una agradable tarde de televisión, me decidí de manera irreversible a participar el año siguiente en la peculiar carrera VALLECANA de SAN SILVESTRE, haciendo así participe al mundo entero de lo que sería el nuevo RAUL.El porqué de mi elección quizás hubiera que buscarlo en mi especial predilección por los gatos, animales que siempre caen de pie caigan desde la altura que caigan, como ya he comprobado en cientos de experimentos. Ciertamente desconozco quien fue San Silvestre, y tampoco conozco a ningún erudito de su biografía, pero tengo entendido que fue un Papa que vivió hacia el año 300, tuvo el honor de bautizar a Constantino ( primer Papa del cristianismo) ejerció su papado durante 20 años y en ese tiempo construyó la antigua basílica del Vaticano, realizó el concilio de Nicea y murió el 31 de Diciembre del año 335 a edad muy avanzada (Dios lo tenga en su gloria). Por lo demás reconozco mi total ignorancia sobre este personaje.
Con el firme propósito de preoperarme para tal evento, cargado de energía positiva, y viéndome ya campeón de tan peculiar carrera, comencé unos entrenamientos exhaustivos, un régimen de comidas y una total supresión de vicios superfluos. Tanto el régimen como la supresión de vicios no me resultó difícil de conseguir dada mi delicada situación económica, y a la inaceptable aptitud de los bancos sobre la nueva concesión de un crédito.
Tras el primer mes de privaciones, observé con orgullo como me notaba mucho más ligero, más ágil, y de qué manera le había cogido un regusto especial a caminar (debido en parte a mi falta de liquidez para llenar el depósito de gasolina). Tanto es así que el espejo que siempre fue mi más cruel enemigo, comenzó a dejar de serlo, es posible que por que dejé de admirarme en él, o bien por el medio kilo que adelgacé durante el mes de Enero. Tales fueron mis progresos en dicho mes que hasta mi esposa comenzó a mirarme, eso sí aún de forma desagradable, pero algo es algo. Febrero y Marzo discurrieron de la misma forma que el mes anterior sin más sobresaltos, que alguna que otra sobrecarga que interrumpió ocasionalmente mis entrenamientos durante no más de 20 días de Febrero y una inoportuna gripe que entre subida, bajada, y recuperación estuvo a cuatro días de terminar con Marzo. Por lo demás, seguí de forma rigurosa mi excepcional programa de puesta a punto, disfrutando de antemano de la gloria de los elegidos. Pero convencido de que mi cuerpo no estaba preparado para tanto sacrificio, decidí relajarme un poco y tomarme unas pequeñas vacaciones, que casi sin querer hicieron que Abril y Mayo me resultaran bastante más llevaderos. Junio no empezó de manera brillante, debido a una ingrata depresión, provocada con total seguridad por el despido al que fui sometido por parte de la empresa, improcedente a todas luces, salvo para sus abogados, los míos, y el injusto juez que dictó sentencia en Magistratura de Trabajo. Julio, ya con todos los papeles del paro arreglados, y aunque sin derecho al subsidio de desempleo, enfoqué todos mis esfuerzos a la consecución de una forma física envidiable, excepción hecha del periodo familiar de vacaciones que no me ocupó más allá de 25 días. Agosto fue un mal mes para mis intereses pues me dedique a realizar suplencias en los bares, supliendo con total garantía a los clientes que por la malsana costumbre del veraneo dejaron de acudir a sus lugares de esparcimiento habituales. He de decir que salvo tres o cuatro locales que me prohibieron el acceso, dada mi olvidadiza memoria a la hora de abonar mis incontables consumiciones, los demás quedaron muy satisfechos con mi desinteresada aportación, citándome incluso para futuras suplencias. Septiembre nunca fue un mes en el que pudiera dedicar mucho tiempo a mí mismo, las fiestas patronales de la excelentísima villa de la que procedo, la celebración de mi onomástica, y el nerviosismo provocado por la falta de recursos para hacer frente a los gastos ocasionados por mis tres hijos en edad escolar, provocaron que me relajara un tanto en mis entrenamientos. El mes de Octubre comenzó con lluvias torrenciales lo que impidió que pudiera salir a entrenar como era mi más ferviente deseo, y la ola de frío polar que invadió la península en Noviembre, me recluyó indefinidamente en casa por el miedo a recaer en la gripe de principios de año, y perder por tal motivo mi excelente ritmo de entrenamiento.
Por fin llegó Diciembre y haciendo caso a diferentes expertos consultados, me preparé más que física psicológicamente para el gran reto. Por supuesto hube de equiparme concienzudamente, aprovisionándome de un chándal de las rebajas de Hipercor y unas magníficas zapatillas de deporte del año que mi hijo mayor suspendió reválida, aún en buen estado.
31 de Diciembre, 18 horas, el momento más esperado, con el apoyo desinteresado de toda mi familia, que no pudo acudir a presenciar en directo la carrera, ya que esta coincidía con un programa especial de LOS MORANCOS en la primera cadena de TVE, me dirigí orgulloso y ufano a recoger mi dorsal, estaba realizando mi sueño. Tras un breve calentamiento, consistente en un carajillo, sistema recomendado por todos los expertos consultados y en especial por un exdeportista de mi barrio, otrora conocido como el cohete y hoy bien llamado el bodega, esperé emocionado el pistoletazo de salida, dando por bien invertidos tantos y tantos esfuerzos, tantas y tantas horas de ingrato sufrimiento. Por fin sonó, y aunque convencido de mi explosividad en las puestas en escena, y plenamente confiado en mis fuerzas dejé que algunos insensatos me adelantaran, sabiendo que a no más de media carrera, el infernal ritmo de zancada que me impondría, superaría sin dificultad, a todos aquellos alocados e ingenuos que me habían sobrepasado. Estaba orgulloso, por fin iba a recompensar con mi triunfo a tantos y tantos que habían depositado sus esperanzas en mí. A medida que devoraba los kilómetros, los calambres y las nauseas se hacían cada vez más frecuentes y aunque noté como mi ritmo cardíaco se aceleraba sobremanera, no desfallecí en mi esfuerzo, y continué zancada tras zancada acercándome a la gloria. Inesperadamente me sentí mal, muy mal, atenazado por un inmenso dolor que apenas me dejaba avanzar, vomitando el carajillo y un ligero bocadillo de chorizo de carrefour, que había ingerido no hacía más de dos horas ,y soportando un irracional dolor en el pecho, comencé a marearme , perdí la noción de tiempo y espacio y creo que llegué a abandonar, aunque de forma inconsciente mi nuevo y modelado cuerpo.
No recuerdo nada más. Hoy 17 de Enero continuo ingresado en el hospital, en la planta de cuidados intensivos, merced a un infarto de miocardio, que a poco acaba con mi vida, por lo que entre otras muchas cosas los doctores me han recomendado que no haga tanto deporte. Me contaron que antes de desmayarme ya había recorrido cerca de un kilómetro en no mucho más de media hora, y aunque marchaba en la penúltima posición, seguido de cerca por un cojo, muy famoso en televisión por romper farolas con las muletas, mis opciones de victoria permanecían intactas
Con el firme propósito de no volver a forzar mi cuerpo sobremanera os deseo a todos unas felices navidades.

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